El derecho al voto de las mujeres: breve historia de la lucha sufragista en Uruguay
En nuestro país el derecho al voto femenino se aprobó en 1932 con la Ley 8927, que permitió a las mujeres elegir a nuestros representantes y además ser electas. Sin embargo, el golpe de Estado de Terra en 1933 hizo imposible el efectivo ejercicio de este derecho. Hubo que esperar cinco años más, hasta el 27 de marzo de 1938, para que se celebrara por primera vez en el Uruguay una elección presidencial con participación de las mujeres en las urnas.
Un dato curioso en el periplo que fue la historia del sufragio femenino es que el 27 de marzo de 1938 no fue la primera vez que una mujer votó en nuestro país. A modo excepcional, el 3 de julio de 1927 se celebró un plebiscito en el que se produjo el primer sufragio de una mujer. Esto sucedió en la localidad de Cerro Chato y constituyó un hito no solo para Uruguay, sino para toda la región, dado que fue el primer voto femenino de toda América Latina.
Una de las mujeres más destacadas, por su valioso liderazgo histórico en el movimiento sufragista y feminista uruguayo, fue Paulina Luisi. Fue ella quien en 1916 fundó el Consejo Nacional de Mujeres en Uruguay, la primera asociación uruguaya que se afilió a una organización internacional feminista. Y si bien el Consejo tuvo un rol determinante en la lucha por el sufragio femenino, no era esta su única reivindicación.
Con un movimiento feminista cada vez más organizado y con mayor capacidad de movilización, en 1919 se creó la Alianza Uruguaya para el Sufragio Femenino que fue, al igual que el Consejo, una iniciativa de Paulina Luisi. El objetivo era «obtener para la mujer el derecho del sufragio al mismo título y en las mismas condiciones que el de los hombres» (1).
La Alianza presentó el primer proyecto para lograr el voto femenino a nivel municipal, pero fracasó. Un año después, diputados socialistas presentaron un proyecto de consagración de los derechos políticos a las mujeres y algunos diputados batllistas también presentaron proyectos alineados a esta idea. Y es que incluso en 1923, el propio Baltasar Brum, quien era presidente, redactó un proyecto de para otorgar a las mujeres derecho políticos y civiles.
Planisferio de la Alianza Uruguaya de Mujeres, 1929.
A pesar de los variados esfuerzos de la fuerza feminista organizada y de algunos políticos, ninguno de estos proyectos prosperó en el ámbito legislativo, que decidió deliberadamente frenar todo impulso que buscara sacar de las sombras a la mujer en política. Faltarían varios años más antes de que las mujeres pudieran participar en una elección nacional, amparadas por un derecho cívico pleno reconocido y garantizado por la ley.
Y algunos años más faltaron para que por primera vez las mujeres pudiéramos acceder a cargos de representación política: recién en 1942 fueron elegidas las diputadas Julia Arévalo de Roche (Partido Comunista) y Magdalena Antonelli Moreno (Partido Colorado) y las senadoras Sofía Álvarez Vignoli de Demichellis e Isabel Pinto de Vidal, también del Partido Colorado.
«En toda cuestión social, lo primero que hay que hacer es empezar, es pues una cuestión de grados. Después de la conquista del sufragio, nacerán otras aspiraciones [que] conseguirán la transformación del régimen capitalista actual». Paulina Luisi.
(1) Inés Cuadro Cawen, Feminismos y política en el Uruguay del 900, Ediciones de la Banda Oriental.