En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina
La mutilación genital femenina o ablación es definida por la ONU como “todo procedimiento que tiene como finalidad alterar o dañar los órganos genitales femeninos por razones que nada tienen que ver con decisiones médicas”.
Es una práctica que perjudica gravemente la salud de las mujeres y tiene consecuencias severas en el plano físico (pues genera hemorragias, problemas urinarios, quistes, infecciones, complicaciones del parto, aumento de la mortalidad infantil) y psíquico, ya que produce traumas psicológicos propios del sometimiento a la tortura.
Las mujeres estamos sistemáticamente expuestas a prácticas crueles y degradantes, y esta es una de las más graves. La mutilación es una forma de tortura basada en una extrema de discriminación hacia las mujeres y niñas. Y decimos tortura porque nos negamos a utilizar eufemismos para referirnos a una práctica tan cruel.
Hay consenso mundial en considerar a la mutilación genital femenina una de las más graves violaciones de los derechos humanos, sobre todo de los derechos de las niñas. Es una práctica que suele ejercerse sobre los cuerpos de menores edad y que afecta el desarrollo, por lo que se convierte en un claro obstáculo para la libertad y la autonomía de las mujeres de todo el mundo y, por ende, en un impedimento para alcanzar la equidad de género.
200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo son víctimas de mutilaciones genitales. Lo más preocupante es que es una práctica que no parece disminuir. La ONU estima que cada año por lo menos 4 millones de niñas corren el riesgo de ser sometidas a la ablación.
Los países con la prevalencia más alta de esta práctica, que afecta a mujeres y niñas de entre 15 y 49 años, son Sierra Leona (90%), Guinea (97%), Djibouti (93%) y Somalia (58%).
El pasado 26 de enero, el Gobierno de Sierra Leona informó que había resuelto prohibir la práctica de la ablación “con efecto inmediato”. La activista local Rugiatu Turay celebró la noticia:
“Queremos asegurarnos de que el Gobierno sabe que los cuerpos de la mujer no son campos de batalla. Queremos saber qué harán para proteger a las mujeres y cómo se asegurarán de que la prohibición es aplicada” (Fuente: Elpublico.es).
Fuentes de este apartado: ACNUR y Publico.es
Situación en América Latina
Aunque suele pensarse en la mutilación genital femenina como un problema restringido a poblaciones africanas y asiáticas, en América Latina también se ha documentado esta práctica, en particular en algunas comunidades indígenas que habitan principalmente en Colombia.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unida (UNFPA), en 2007 murieron dos niñas del pueblo indígena emberá a causa de la ablación. Estas muertes, ocurridas en el departamento de Risaralda, pusieron en el tapete la persistencia de esta práctica y despertaron la preocupación de organizaciones y autoridades que comenzaron a trabajar en torno a su erradicación.
La población emberá habita principalmente en Colombia y en algunas zonas del este de Panamá y el noroeste de Ecuador. Sus pobladores se refieren a la mutilación genital como “la curación”. Si bien muchos emberá afirman que es una práctica en desuso, Dana Barón Romero, consultora sobre Género, Derechos e Interculturalidad del UNFPA, declaró en 2016 que “según un cálculo hecho por los mismos emberás, en sus comunidades aún se realiza la mutilación genital a dos de cada cinco mujeres recién nacidas” (Fuente: Publico.es).
Para estas comunidades, la mutilación genital es necesaria para combatir la promiscuidad de las niñas. Además, se sustenta en la creencia de que, de no ser cortado, el clítoris continúa creciendo hasta alcanzar el tamaño de un pene. Para los hombres emberá, una mujer tiene que haber sido “curada” para ser deseable.
En 2009, el Consejo Regional Indígena de Risaralda (CRIR) emitió una resolución que ordenaba la suspensión de “la práctica de la curación” y amenazaba con sanciones de trabajos comunitarios.
“Es una práctica tan intima que tal vez se está dando en otras comunidades de América Latina sin que lo sepamos”, declaró en 2016 Vivian Martínez Díaz, doctora en Antropología por la Universidad de los Andes (Fuente: Público.es).
En 2017, la Organización Nacional Indígena de Colombia y UNFPA reafirmaron su compromiso de trabajar por la erradicación de la mutilación genital femenina en Colombia como parte de metas establecidas a 2030. En los diez años transcurridos desde las muertes de las dos niñas, estas organizaciones han acompañado al pueblo emberá en sus procesos de reflexión y diálogo que buscan el reconocimiento de la ablación como una práctica nociva para la salud de niñas y mujeres, y como una forma de violencia de género.
Fuentes de este apartado: UNFPA y ElPublico.es
Waris Dirie: De “víctima” a embajadora
Waris Dirie es una modelo y activista somalí que desde 1997 hasta 2003 fue embajadora de la ONU contra la mutilación genital femenina. Waris tenía entre 3 y 5 años de edad cuando su madre la llevó al desierto, donde una mujer le extirpó el clítoris y le cosió los labios vaginales, sin ningún tipo de esterilización ni anestesia.
Así lo recuerda en su autobiografía, Flor del desierto (1998):
«Mi madre creía que eso me aseguraría el futuro, ya que a las niñas con los genitales intactos se las considera impuras, putas movidas por impulsos sexuales. Ninguna madre estimaría a tales niñas esposas apropiadas para un hijo suyo».
Cuando tenía trece años, sus padres la comprometieron con un hombre mayor que ella a cambio de algunos camellos. Waris huyó al desierto, en el cual sobrevivió varios días para luego ir la capital somalí, Mogadiscio, donde vivió con su hermana y luego con su tía. En 1981 se mudó a Londres con su tío, que era embajador, y en esa ciudad trabajó como empleada doméstica en condiciones de semi-esclavitud.
A la edad de 18 años fue “descubierta” por un reconocido fotógrafo e inauguró su carrera como modelo. En 1997 habló por primera vez, en una entrevista, sobre la mutilación genital femenina y su experiencia personal. Ese mismo año se convirtió en embajadora de la ONU. En 2002 creó la fundación Desert Flower con la que lucha para erradicar la mutilación genital femenina y recauda fondos para las víctimas.
Su historia llegó también al cine: la película Flor del desierto fue estrenada en 2009 y su directora fue la estadounidense Sherry Hormann.
La historia de Waris Dirie es la historia de una mujer que invocó todos sus miedos y los puso a la vista de todas las personas que ignoraban que situaciones como la suya eran comunes, no solo en su país sino en muchos países más, que siguen quedando siglos atrás de los logros alcanzados, no solo por el movimiento feminista, sino por todos los movimientos que abogan por los derechos de personas que no pueden alzar su voz para defender su integridad como seres humanos.
El mensaje que Waris expresó ante la ONU es un mensaje que se dirige horizontalmente a las personas de todas las culturas del mundo. Es un mensaje valiente y desgarrador, que permitió que la gente viera a los ojos todo el dolor que sintió simplemente por ser mujer y haber nacido en un país donde se la consideraba “impura”.
La práctica misógina de la ablación es la expresión más extrema de la idea que sostiene que la mujer es impura por su propia naturaleza sexual. Las niñas son mutiladas a una edad en que no tienen ninguna autonomía ni poder de decisión, con el objetivo de “purificarse” para ser aptas para contraer matrimonio.
Fuentes de este apartado: ElTiempo.com y DiarioSur.es
Un fragmento de la autobiografía de Waris puede leerse aquí.